Un miércoles por la mañana, el reloj marca las 10:00 am exactas. César Uzuelli, se despierta a duras penas. Se pone sus anteojos y apaga la molesta alarma. Rápidamente se levanta y comienza a prepararse para salir. En cuestión de minutos, está listo de manera formal, prepara su maletín de negocios y corre hacía la cocina.
En la cocina, está la comida servida. Su esposa e hijos ya han salido para la escuela. César mira su reloj, un Rolex pro driver color plata el cual le marca la hora: 10:30 am. Se sirve un poco del desayuno: huevos con tocino, pan tostado y limonada natural. Come a toda prisa. Mira de nuevo su reloj. En ello, su celular suena. Él responde de manera abrupta.
—¿Qué pasó? —respondió César con la boca llena de comida, se la pasa—. ¡No!, te dije que ese negocio lo cerramos hoy. La ciudad donde será la reunión me queda como a un día en carro. Voy y vengo, no hay problema en ello. Solo...,solo habla con los inversionistas, y diles que el representante de la compañía, es decir, yo, estará llegando en menos de 24 horas, para que no digan. ¿De acuerdo?, bien, entonces, cálmalos, y diles que solo sean pacientes. Hasta luego.
César cuelga la llamada y sale corriendo.
En la calle está su camioneta, una ecosport de la Ford del año. Cierra bien la puerta principal de su casa y literalmente brinca a su camioneta, la cual lentamente enciende el motor y avanza.
—Y eso que es del año..., menos mal que no compré un modelo más antiguo —dijo César con un poco de molestia e impaciencia.
Horas después, César ya circula por la carretera. A la distancia, mira un retén de militares, los cuales le hacen la parada. Con gestos de molestia, accede a detenerse. Se orilla lentamente. Uno de los militares del grupo, se acerca.
—Buenas tardes, señor —dijo el militar de manera seria y respetuosa—. Mire caballero, no queremos quitarle mucho tiempo. Solo queremos saber a donde va y si lleva algo consigo.
—Buenas tardes —respondió César con un poco de impaciencia—. Voy a aquí a Saltillo, por cuestiones de trabajo. Solo traigo mi maletín de negocios. Es todo. ¿Por qué?...¿puedo saber a que se debe todo esto?
—Aquí entre nos, caballero, y no lo vaya a estar diciendo, pero por esta zona, se han reportado desapariciones, tanto de personas como de vehículos. Y queremos saber si son temas de nuestra competencia en cuestión de seguridad, si sabe a lo que me refiero —comenta el militar, en lo que inspecciona visualmente la camioneta.
—¡Oh!, sí, entiendo, entiendo, esos temas...son de los que trato de evitar en el periódico —dijo César un poco nervioso. Está impaciente.
—Pues bien, caballero, puede continuar. Le aviso que la carretera tiene algunas secciones bajo reparación más adelante, por si va rápido a su destino, mejor lo reconsidere.
—Carajo —respondió César—, bueno, le agradezco su aviso y espero que puedan encontrar a esas pobres personas. Que tenga un buen día.
El militar palmea el techo de la camioneta en señal de "check" y lentamente, César reanuda su camino.
Horas más tarde, César continúa con su viaje. El sol se está ocultando en el horizonte. A metros frente de él, de nuevo, otro aviso de "Carretera en reparación".
—¡Diablos!, es la décima señal de estas cosas, ese militar tenía razón, pensé que solo me estaba chamaqueando —dijo un poco colérico.
A la distancia, mira el anuncio de un restaurant. Se dirige hacía el establecimiento.
Afuera, recibe otra llamada.
—¿Qué pasó? —respondió agitado—. No, mira, la carretera está en mantenimiento en muchas de sus secciones y eso me ha retrasado, a parte, me agarró un retén de militares...¡sí!, me sacó de onda todo eso. Mira, dile a los inversionistas que estaré llegando en la madrugada, al cabo la junta es en la mañana. Tendré que pasar la noche en vela conduciendo. Ok, allí te lo encargo, adiós.
César cuelga y toma un pequeño respiro. Mira hacía el cielo, está estrellado. Mira su reloj: 8:30 pm. Suspira en desesperación y se da vuelta a la entrada del establecimiento, llamado "Restaurante De Paso".
En el establecimiento, César cena algo ligero: un sándwich de pollo con jugo de naranja. En lo que come, recibe otra llamada: es de casa.
—¡Hola!, ¿cómo están?, oye, cuando fui a desayunar ya no estaban. Si, tuve que comer de prisa. Si, mira...respecto a ello, creo que me quedaré en Saltillo todo el día de mañana, ya que ahorita el viaje ha tenido varios contratiempos. Estaría llegando el viernes por la tarde. Gracias, y tú, dile a los niños que hagan su tarea, que el fin de semana vamos al cine o al centro comercial. Ok. Hasta pronto.
Cuelga y sigue comiendo.
«Si este negocio no se concreta, técnicamente perderé un proyecto que nos pudiera salvar de una posible crisis en la empresa, no puedo fallar en esto. Tengo todos los documentos en ese maletín, la presentación está en la usb, todo lo tengo bien grabado en mi mente. Lo que dijo ese militar, no ha salido de mi mente. ¿Desapariciones?, de personas lo entiendo, no es algo inusual en el país, pero...¿con todo y sus vehículos?, eso si suena algo...aterrador», pensó César en lo que termina su cena. Acto seguido se levanta y deja la cuenta. Sale.
Minutos más tarde, César continúa en su camino por la carretera. Enciende el interior del vehículo y revisa su maletín. Todo está en orden. Apaga la luz. Mira la hora por medio del tablero de la camioneta: 11:00 pm.
La carretera está desalojada. Solo un par de vehículos han pasado en lo que César lleva conduciendo. Se encuentra en campo abierto, con las montañas a la distancia. Pequeños grupos de árboles y arbustos rodean la orilla del camino. Está en penumbras.
En lo que conduce, César mira momentáneamente el cielo. A su consideración, parece ver que algunas "estrellas" se están moviendo a voluntad. Es decir, como si estuvieran cambiando de posición de manera aleatoria. César detiene su marcha y contempla brevemente el cielo. Al parecer todo está en orden.
—Creo que ya estoy viendo cosas —dijo César en un tono de burla.
Reanuda su marcha. A unos metros, algo pasa de manera veloz frente a él. César frena de manera abrupta. Lo que sea que fuera, se interna entre la vegetación que rodea la carretera. Sin pensarlo, apaga luces, aunque sea un riesgo, ya que otros conductores no lo verían a tiempo.
—Pero...¿qué fue eso? —comentó de manera nerviosa—. Vi...vi algo. Juro que vi algo. No sé por que haces esto...pero, solo iré a ver que es. Pudiera ser solo un animal.
César toma una bengala de mano del kit de emergencias y sale.
Enciende la bengala y camina hacía la orilla. No hay señales de otros conductores a la cercanía. Las montañas se aprecian muy bien a pesar de ser de noche. El cielo continúa estrellado. César camina lentamente hacía la vegetación. Mira el suelo, por momentos, no hay huellas de que algo ande por allí.
Entra a lo que es la zona de árboles. La camioneta está parada a la distancia. La bengala solo ilumina un par de metros de distancia.
—¿Qué estás haciendo, César?, deberías regresar a la camioneta y solo seguir, recuerda que tienes un compromiso serio...¡ah!, ya recordé, te gusta hacerle de curioso...
Un ruido a la distancia llama su atención. Escucha como una especie de "susurros", hay algo que se mueve entre la maleza. César mira hacía el suelo, y para su sorpresa, encuentra unas "huellas" humanoides de plantas de pie, con cuatro dedos, no miden más de 20 centímetros. Los sonidos se intensifican y se atreve a mover unos arbustos delante de él.
Se lleva un gran susto: seres humanoides con piel grisácea y ojos grandes, ovalados, boca pequeña y cabeza un poco desproporcionalmente más grande que su cuerpo. Extremidades largas y delgadas, con cuatro dedos. Tienen como una estatura de 1.70 metros. Su piel es viscosa, en donde iría la nariz (la cual no tienen), hay como una ranura que pudieran usar para oler y respirar. La luz de la bengala molesta a sus ojos sensibles, ante ello, abren su pequeña boca, mostrando un par de colmillos puntiagudos, parecidos a los caninos, y emitiendo una especie de rugido.
César se asusta y suelta la bengala. Corre de inmediato a su vehículo y entra. Intenta encender el motor. En ello, escucha un zumbido penetrante. De repente...una luz se cierne sobre él. Una luz que enciende el motor, y altera el funcionamiento de lo electrónico, como su celular. César se asoma por la ventana, pero la luz es muy cegadora, mira hacía abajo, y descubre que la camioneta está a unos metros por encima de la carretera. Asustado, aprovechando que el motor está encendido, mueve la palanca y pisa los pedales. De manera milagrosa, se logra librar de esa "fuerza magnética" de la luz.
César avanza a toda velocidad. La luz se vuelve a presentar frente a él, pero la evade, saliendo un poco de la carretera, reintegrándose a ella. Está avanzando en zig zag. Esa luz no deja de seguirlo. Por el retrovisor, César descubre que esa luz es emanada por una nave espacial, ovalada, de tono metálico con pequeñas ventanas en las orillas, pudiendo rondar los 20 metros de largo y 15 de diámetro. La persecución continúa.
Metros más adelante, otra de esas criaturas intercepta su camino. César se dispone a pasar por sobre de ella, pero de nuevo la nave se posiciona sobre de él. La camioneta falla, no responde el motor, y comienza a ser elevada. César solo ve el destello de la luz brillante...
César despierta. Ya es de día. Se encuentra en medio de la nada, en el desierto. Se reincorpora lentamente. Está mareado, desorientado. Se sienta en una roca. Vomita un poco. Mira su brazo derecho: tiene un punto en donde se encuentra la vena de donde se extrae la sangre. Le duele un poco. Su rolex no está, y una parte de su camisa esta cortada, como si le hubieran tomado una "muestra de camisa".
Camina lentamente, al parecer, sin rumbo. Por suerte, su celular aún lo tiene y lo revisa: son las 10:00 am, y tiene como 20 mensajes y llamadas sin responder. A la distancia mira su camioneta.
Adentro, descubre que parte del tablero no está, y por igual su maletín, ni la usb. Las llaves aún están puestas en el volante. Intenta encenderla, y de manera milagrosa, lo hace. Lentamente, conduce de vuelta a casa. Solo tiene la mirada fija al frente, sin mostrar emoción alguna.
Su vida ha cambiado.
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